En el fondo, colectivos como la Asociación de Amigos de los Jardines de La Oliva inciden, además de en sus objetivos específicos, en uno general e imposible de obviar cuando se visita la barriada: el de potenciar la convivencia entre vecinos y su implicación activa en la dinamización cultural y el cuidado del entorno.
La actividad de la jornada ¡Viva La Oliva! que siguió al paseo botánico puso de manifiesto todo ello. Bajo el término de escrache, que nos recordaba a un tipo de protesta pública que se popularizó en España en el año 2013, pero que en realidad también da nombre a una técnica de creación de imágenes a través de recortes de papel, se anunciaba una intervención plástica a cargo del artista cordobés Antonio Blázquez. Para la ejecución de este mural interactivo, primero se pensó en una de las paredes de la Plazuela del Estanco, pero luego desde la organización se consideró que sería mucho más visible si se situaba en medio de la plaza, “como si se tratara de un soporte publicitario”. Para ello, forjaron ex profeso una estructura metálica de forma cilíndrica sobre la que se irían colocando las imágenes como en una pegada de carteles; y a la que se atarían los globos de helio que harían de techo y que más tarde protagonizarían el final de la jornada.
“La idea es jugar con la imaginería propia del barrio”, nos explicaba Antonio mientras coordinaba la acción. Así, en las semanas previas el artista cordobés estuvo en contacto con los colectivos de la zona para que les facilitasen aquellas fotos, símbolos o dibujos que creyeran representativos de La Oliva. Luego, imprimió una selección de las mismas sobre papel amarillo, un color llamativo. Como en un puzle, se trataba de encajar esas imágenes reconocibles, de mayor o menor tamaño, y de mezclarlas creando nuevas lecturas visuales de la barriada; componiendo palabras próximas como vivero, vive, viva La Oliva…
A diferencia de otros contextos donde Antonio había realizado escraches previamente, en esta ocasión no había un diseño de cómo quedaría la obra final, por lo que aquí primaba el componente “aleatorio, social y participativo”. Así, lo que resultaba novedoso de esta obra viva es que se iba construyendo con la colaboración de los vecinos, según avanzaba el día. “Es increíble, incluso dejando ahí los materiales, se ponen ellos mismos a pegarlos”, comentaba el creador plástico, sorprendido por la implicación de quienes pasaban por allí, niños o adultos. Muchos de ellos incluso encontraban alguna utilidad futura para la estructura, ya que se puede mover, es reutilizable y se podría pegar todo tipo de información en ella, a modo de tablón de anuncios.
Uno de los momentos más curiosos, al filo del mediodía, llegó cuando un chico del equipo de fútbol de benjamines de La Oliva, retratado en una de las imágenes del mural, se reconoció en el mismo. Uniformados como en la foto, acababan de llegar de un partido de la 3ª división andaluza en Morón de la Frontera. “Han vuelto a perder, pero da igual, porque no los cogemos por buenos”, nos dice el vicepresidente de la Asociación Familiar La Oliva y responsable de la sección de Deportes. A José Ramón, al que todo el mundo en el barrio conoce como Iñaki debido a su origen vasco (“hasta los alcaldes me han llamado así”), lleva 12 años coordinando una escuela de fútbol que tiene cuatro categorías. “Y ni siquiera me gusta el fútbol”, admite. “Lo importante es que jueguen en la calle y tengan una distracción”. Además, lo de compartir entrenamiento tres veces a la semana genera mucha convivencia, incluso con diversidad cultural: en los diferentes equipos hay niños rusos, argelinos, gitanos y marroquíes.
Iñaki empezó en esto cuando se jubiló. “Me di cuenta de que necesitaban apoyo. En el Polígono Sur, no podemos permitirnos dejar de luchar por ellos”. Y eso es lo que supone esta labor para gente tan comprometida con el barrio como él, una lucha diaria: “Parezco un fraile, todo el día pidiendo para los niños”, bromea. También se le enciende una sonrisa al comentar, orgulloso, que algunos de los chicos a los que tuvo jugando en categorías inferiores de La Oliva juegan hoy en primera división de la liga española. Pero los éxitos para él se cifran en logros menos ambiciosos, como cuando niños de 4-5 años ganaron un campeonato provincial y como premio los llevaron a Matalascañas: “Algunos no habían visto el mar hasta entonces”, cuenta con una emoción difícil de contener.
La pasión por el fútbol de estos pequeños habitantes de La Oliva se manifiesta también, según nos cuentan los organizadores, en los mensajes que han dejado escritos para que se envíen atados a esos globos de helio que en unas horas sobrevolarán la ciudad. “Muchos lo han confundido con la carta a los reyes magos y han pedido el FIFA 16”. Pero hasta en el sentimiento futbolístico hay sitio para la solidaridad y los valores en los que están creciendo, como demuestra otro de los mensajes: “Que el Betis gane la liga y que haya paz en Siria”.
Fdo. JWSVQ